viernes, 13 de noviembre de 2009

INFORME DEL INSPECTOR LEMONT AL COMISARIO VERMERIE SOBRE LA VISITA A LA OBRA DE ABD AL-RAHMAN EN LA RUE DE LA REVOLUTION

     Me presenté en la obra a las seis en punto. El vagabundo todavía no había llegado. Apareció a eso de las 6h45. Le eché la debida bronca al agente que había ido a buscarlo y éste se sublevó diciendo que si pensaba que era fácil encontrar un vagabundo en el bosque de Vincennes, de noche y lloviendo, la próxima vez sólo tenía que ir a hacerlo yo mismo. Yo le llamé al orden y le ordené quedarse cerca por si le necesitaba y él se dio la vuelta y se fue a dormir a su casa.
     Bueno, pues el vagabundo se quedó allí vigilando y yo me fui a tomar un café al bistró de la esquina. Por supuesto, antes de irme me aseguré que el vagabundo no estaba dormido y le di mi botella de whiski para que se calentara un poco.
     Perdón comisario, ya sé que no le gusta que diga vagabundo. A partir de ahora le denominaré Jean François Botel, o JFB.
     Sí, sí, ya continúo.
     Volví al 55, rue de la Révolution cuando daban las nueve en la torre de la iglesia, el vagabundo, digo…, JFB me hizo gesto con la mano para indicarme que eran cinco los obreros que se encontraban en la obra.
Esperé en la acera de enfrente (afortunadamente ya no llovía) a que alguno de los obreros asomara la nariz por la zona.
     El primero que apareció fue un obrero africano, entrado en años pero aún así con una musculatura de hombre joven. Me acerqué a él y le dije que me gustaría entrevistarme con Abd al-Rahman a lo que el obrero respondió con una sonrisa de oreja a oreja que eso iba a ser bastante difícil pero que si tenía alguna pregunta a lo mejor él podría ayudarme. Le pedí que se identificara y se presentó como Djibril Massamba. Entonces él reaccionó preguntándome que cómo me llamaba yo, y yo le respondí que inspector (ya me conoce cuando me pongo serio). El obrero replicó, ¿inspector de qué?, y yo, Policía Nacional. Y él, menos mal, creía que era de hacienda.
     Sí, ya voy al grano comisario. Ignoré el comentario del obrero y le informé que quería ver al patrón. Djibril Massamba,o JM. Ah no, Djibril se escribe con D, pues DM, me dijo que allí no había patrón, que todos los obreros eran accionistas y empleados de la empresa, e insistió en que si le decía lo que deseaba él podría ayudarme.
     Le informé que estaba investigando sobre la muerte de Pascal Montoro, para observar su reacción, pero DM no movió ni una ceja. Entonces le pregunté si era correcta la información de que su empresa había obtenido esa obra cuando la empresa de Pascal Montoro se retiró por la muerte del susodicho. DM respondió que la información era correcta, y no amplió su respuesta. Yo proseguí mi interrogatorio preguntando si no era verdad que Abd al-Rahman tenía una querella pendiente en el ayuntamiento de Montreuil contra Pascal Montoro por la adjudicación de la obra.
     DM se quedó mirándome fijamente a los ojos y sin sonreír esta vez dijo que no podía negar que la muerte de Pascal Montoro hubiera beneficiado a su empresa, pero que las personas que trabajan en Abd al-Rahman lo que mejor saben hacer es poner un ladrillo sobre otro, y no tienen ni idea de cómo matar a un empresario importante para conseguir una obra. Y añadió que si supieran hacerlo a lo mejor no serían tan pobres.
     ¿Se da cuenta comisario como DM se estaba poniendo a la defensiva? Yo le aseguré que allí nadie le estaba acusando de nada y que se trataba del procedimiento habitual en una investigación criminal. Le pregunté si no le importaba que me entrevistara con todos los obreros que trabajaban ese día en la obra y él respondió que sin ningún problema. Dejó el saco de escombros (que había mantenido durante toda la conversación en su hombro derecho) en el camión y se fue a llamar a sus compañeros.
     Mi plan era sencillo, comisario. Ellos ignoraban que yo conocía cuántos eran, así que si alguno de los cinco no bajaba, es que algo andaban ocultando. Unos minutos después los cinco estaban delante de mí, riendo entre ellos y preguntándome amablemente qué deseaba.
     Comprendí entonces que la estaban jugando simpática y decidí hacer yo lo mismo para agilizar los trámites. Me disculpé de la interrupción y repetí que estaba investigando la muerte de Pascal Montoro en el curso del procedimiento habitual, y que no tenían que asustarse si, por azares del destino, alguno de ellos residía en el territorio nacional sin el permiso adecuado. Para ponerles más en confianza añadí que personalmente no tengo nada en contra los emigrantes que vienen a Francia a ganarse el pan honradamente.
     Entonces uno de los obreros que se presentó como Daniel Moreno, o DM, merde, tiene las misma iniciales que Djibril Massamba. ¿Cómo se hace en ese caso comisario?
     Sí, ya continúo comisario. Pues se acercó DM2 y, todo hay que decirlo, con un gran encanto latino, afirmó que en esa empresa tenían los papeles en regla hasta para los enchufes y con mucho gusto me los mostrarían si lo deseaba.
     Yo, sin perder el aliento, insistí que no era necesario tanto y que me conformaría con los nombres de los directivos y empleados de Abd al-Rahman y el puesto de cada uno en la empresa. DM1 dijo entonces que ya me había explicado que allí todos tenían el mismo rango y que no había ninguna otra persona en el staff fuera de ellos cinco.
     Yo, desconfiado, pregunté cómo podían sacar adelante todas sus obras con sólo cinco empleados y DM2 respondió que por el momento se desenvolvían con la ayuda de antiguos compañeros a los que, para ser totalmente sinceros, alguna vez habían pagado en negro.
     Analizando todos los datos en mi cerebro llegué a la conclusión que esa gente estaba demasiado segura de sí misma para tener algo que callar. Así que di por terminado el interrogatorio y les invité a que retomaran su honorable oficio. De todas maneras ya había obtenido lo que deseaba, como usted ordenó comisario.
     Gracias a mi (sin falsa modestia) inspirada intervención, el vagabundo Jean François Botel tuvo tiempo de sobra para observar el rostro de cada uno de los obreros y compararlo con el de todas las personas que pasaron por el mercadillo el día del asesinato de Pascal Montoro.
     Pues tengo que darle una mala noticia comisario, el vagabundo asegura que ninguno de ellos pasó por el mercadillo aquel día. Cuando le pregunté si estaba absolutamente seguro de su juicio sólo respondió que si no le iba a creer por qué coño le había sacado de su tienda de campaña a las seis de la mañana. Le di veinte euros y le dejé que se fuera.
     Parece que la pista de Abd al-Rahman no nos conduce a nada, comisario. ¿Qué hacemos ahora?

1 comentario:

  1. Me está encantando, Santi. Desde pequeñita he devorado siempre las novelas policíacas, y el hecho de que sea una novela por entrega añade más suspense a la trama.
    Un besote.

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