viernes, 14 de mayo de 2010

EXTRACTO DEL INTERROGATORIO DE MIAOLE LIN POR EL COMISARIO VERMERIE

Comisario Vermerie: ¿Donde se encontraba usted el jueves diez de marzo entre las 10 y las 12 de la mañana?

Miaole Lin: Estaba en el ayuntamiento de Montreuil.

C. Vermerie: ¿Haciendo qué?

Miaole Lin: Esperando una respuesta a nuestra reclamación por la atribución de una obra municipal.

C. Vermerie: Una obra que se había adjudicado a Pascal Montoro.

Miaole Lin: Eso es, a Pascal Montoro, pero injustamente.


C. Vermerie: ¿Por eso decidisteis matarlo?

Miaole Lin: No, por eso pusimos una reclamación en el ayuntamiento.

C. Vermerie: ¿Cómo puede ser, Monsieur Lin, que recuerde sin ninguna duda donde se encontraba usted una mañana de hace más de un mes?

Miaole Lin: Porque fue el día que mataron a Pascal Montoro. Cuando salimos del ayuntamiento sin haber obtenido ninguna respuesta a nuestras preguntas, todo el mundo hablaba de lo sucedido en el mercadillo. Decían que un hombre había tenido un ataque al corazón y se había quedado frito en el acto. Después fuimos al bar El Atlas que está en la esquina de la plaza del mercadillo y vimos a los bomberos y a la policía, pero todavía no sabíamos que el muerto era Pascal Montoro, eso nos lo dijo Rachid, el camarero del Atlas, que se había acercado a ver qué pasaba cuando vio llegar a los bomberos.
Por eso lo recuerdo perfectamente, porque veníamos de poner una reclamación más contra Pascal Montoro en el ayuntamiento y él estaba ahí tendido en el suelo, tieso. Habíamos puesto una reclamación a un muerto. Eso nunca me había pasado antes, cómo quiere que lo olvide.

C. Vermerie: Así que cuando ustedes llegaron a place de la République Pascal Montoro ya estaba muerto.

Miaole Lin: Ya lo creo comisario. O por lo menos eso es lo que decía la gente, yo no me acerqué a ver.

C. Vermerie: En resumen, ni usted ni sus amigos tienen nada que ver con el asesinato.

Miaole Lin: Por supuesto que no comisario. Lo primero que pensamos todos es que quizá la muerte de Pascal Montoro nos ayudaría con nuestra reclamación, sobre todo porque él ya no podía defenderse, y eso nos dio esperanzas de volver a trabajar, pero nosotros no le matamos. Primero porque yo nunca me acerqué a ese hombre estando vivo, y estando muerto tampoco, y segundo porque estábamos en el ayuntamiento cuando le mataron, pregunte a Madame Sartron, ella se lo confirmará, fue ella la que nos atendió.

C. Vermerie: ¿Qué puede decirme, Monsieur Lin, de una planta llamada Pyracantha?

Miaole Lin: ¿Pyraqué?

C. Vermerie: Cantha. Py-ra-can-tha.

Miaole Lin: No Monsieur, no puedo decirle nada. ¿Es grave?

C. Vermerie: Depende. Y sin embargo, es una planta china, debería conocerla. Crece exactamente en la región de donde usted es originario Monsieur Lin. Parece incluso que su uso es habitual en el tratamiento de ciertas enfermedades allí en china.

Miaole Lin: Con todo el respeto que le debo comisario, no tiene idea de lo que está usted hablando. No ha estado nunca en china, ¿verdad? La aldea de mis padres está en mitad de la selva. ¿Se imagina usted cuántas plantas tiene una selva? Imagínese el bosque de Vincennes que empezara en el chateau de Vincennes y que llegará hasta Rouen, sin otra cosa que arrozales y plantas.

C. Vermerie: ¿Pero no es cierto que con la Pyracantha hacen un uso terapéutico?

Miaole Lin: Pues seguramente comisario, pero es que yo de plantas no tengo ni idea. Y además no entiendo por qué me hace esas preguntas, ¿es para desestabilizarme psicológicamente? Mi abuela y yo tenemos los papeles en regla, trabajo en una obra y estudio para ser arquitecto. Yo de la China no sé nada, y no quiero volver.

C. Vermerie: No se ponga nervioso monsieur Lin. Aquí la gente que se pone nerviosa es porque tiene algo que reprocharse. Pascal Montoro era un tipo que se hacía odiar fácilmente, no era usted el único. Todos sabemos que la vida de un inmigrante no es fácil, usted y sus amigos intentaban ganarse la vida honradamente hasta que un empresario con mucho poder les impidió hacerlo, quitándoles obras que a ustedes les correspondía…

Miaole Lin: Y encima muchas de esas obras las dejaba luego sin acabar durante meses porque se iba a trabajar en otras donde le pagaban más. Pascal Montoro no era un buen hombre, comisario.

C. Vermerie: ¿Entiende Monsieur Lin que sus palabras suponen que usted y sus amigos tenían un móvil para deshacerse de Pascal Montoro?

Miaole Lin: No entiendo lo que me dice comisario, pero si lo que quiere saber es si teníamos ganas de que le ocurriera algo malo a Montoro, la respuesta es que sí, por eso pusimos una reclamación en el ayuntamiento.

C. Vermerie: Y como esa reclamación no daba resultados decidieron matarle.

Miaole Lin: No Monsieur, yo no he matado nunca a una mosca. Y mis amigos tampoco.

C. Vermerie: Muy bien, Monsieur Lin. Como veo que no desea colaborar con la investigación me obliga a pedir al juez la orden de registro de su domicilio. Prepárese a recibirnos en las próximas 24 horas. Y para evitar que destruya ninguna prueba le vamos a guardar en los calabozos de la comisaría hasta que la orden sea ejecutada.

Miaole Lin: No necesita ninguna orden comisario. Puede ir cuando quiera. Aquí tiene las llaves. Déjeme solo prevenir a mi abuela para que no se asuste cuando le vea llegar. No quiero que le pase nada.

C. Vermerie: De acuerdo. Queda consignado por escrito que el sospechoso nos autoriza a registrar su domicilio. Levántese Monsieur Lin, llame a su abuela y dígale que llega con unos amigos que no le desean ningún mal.

Miaole Lin: Ahora mismo la llamo, comisario.


EXTRACTO DEL INTERROGATORIO DE OLIVIER MERCIER POR EL COMISARIO VERMERIE

Comisario Vermerie: ¿Donde se encontraba usted el jueves diez de marzo entre las 10 y las 12 de la mañana?

Olivier Mercier: ¿El diez de marzo? ¿El día que mataron a Pascal? Asistía a un aperitivo de negocios en el Club de Caza del Marais con una veintena de directivos de diferentes empresas y otras personalidades, entre ellas mi abogado Maitre Levi aquí presente. Allí fue donde recibí la llamada de Antoine Dumet, íntimo de Pascal y mío, para informarme de lo que entonces creímos era un ataque cardiaco de nuestro amigo. Una coartada de oro, comisario. Nada que rebuscar por ese lado.

C. Vermerie: Veo que es usted un hombre directo, Olivier. Supongo que alguien en su posición no tiene tiempo que perder.

Olivier Mercier: Exactamente, comisario Vermerie.

C. Vermerie: Entonces me permitirá que le hable de la misma manera, yo también soy un hombre muy ocupado.

Olivier Mercier: Se lo ruego.

C. Vermerie: Supongamos por un momento que usted tuviera algo que ver con la muerte de Pascal Montoro…

Maitre Levi: Ese tipo de suposiciones son sumamente fantasiosas comisario.

Olivier Mercier: Déjale Yves, escuchemos lo que nos quiere decir el comisario Vermerie.

C. Vermerie: Decía que si usted tuviera algo que ver con la muerte de Montoro, sería en el papel de mandatario y nunca de ejecutor, las traiciones de ese tipo se suelen hacer por la espalda. Así que su coartada de oro ni siquiera la voy a verificar, sería una pérdida de tiempo.

Olivier Mercier: Ya veo que la presencia de mi abogado no le intimida lo más mínimo para lanzar acusaciones sin fundamento.

C. Vermerie: Era una simple suposición. Disculpe si le he ofendido. Los métodos de la policía pueden parecer violentos algunas veces.

Maitre Levi: Mientras sus métodos permanezcan dentro de la legalidad no habrá problema.

C. Vermerie: Por supuesto Maitre, no está en nuestros hábitos infringir la ley. Nuestra misión es hacerla respetar. Con su permiso voy a continuar con el interrogatorio. ¿Cuándo decidió hacerse cargo de las empresas de Montoro?

Olivier Mercier: Esa decisión no la tomé yo. Acepté la propuesta de Elodie Montoro de continuar con la labor de Pascal.

C. Vermerie: Pero su colaboración no es desinteresada, ¿no es cierto que pidió un préstamo al banco para comprar la parte de la herencia de Marc Montoro y después asociarse con Elodie para crear un gran grupo immobiliario?

Olivier Mercier: Le recuerdo comisario que el grupo ya existía y que pertenecía a mi mejor amigo. Elodie, que es una mujer de gran carácter, ha querido continuar su obra antes que vender todo y vivir de su fortuna.

C. Vermerie: La actitud de la viuda de Montoro es digna de elogio, pero si no recuerdo mal, según sus propias palabras en conferencia de prensa, la misión que le encomendó Montoro en su testamento era la de evitar la actuación de agentes externos sobre los negocios hasta que la familia decidiera qué hacer con las diferentes empresas.

Olivier Mercier: Y a eso me limité durante el periodo en que los herederos tomaban una decisión sobre su parte del pastel. Resulta que Marc no quería continuar los negocios de su padre, sino empezar una nueva aventura empresarial alejada de la construcción. Fue en ese momento que me contactó Elodie para proponerme participar económicamente en su proyecto y además tomar la dirección general.

C. Vermerie: Y Jean François Montoro que piensa de todo esto. ¿El no estaba interesado en vender su parte?

Olivier Mercier: Jean François, siguiendo el consejo de su madre, la primera mujer de Pascal, ha preferido continuar el trabajo de su padre al frente de las empresas que le han tocado en herencia.

C. Vermerie: ¿Y ve con buenos ojos las compraventas de la familia?

Olivier Mercier: Comisario, usted sabe perfectamente que la familia de Pascal era una familia desunida y que se segundo matrimonio no lo habían aceptado todos con el mismo agrado, no pretenda entonces que yo venga aquí a contarle las intimidades que no haya podido averiguar por sí mismo. Todas las operaciones de transfer de acciones entre los miembros de la familia Montoro, y entre ellos y yo, se ha realizado de manera legal y con el acuerdo de todos, porque cada uno de nosotros ha tenido que hacer concesiones personales para alcanzar el objetivo común de salvar las empresas de Pascal.
Pero dejemos ya de darle más vueltas al asunto, comisario, en pocas palabras si yo estoy aquí hoy es porque usted me sospecha de haber ordenado liquidar a Pascal para quedarme con sus negocios.

C. Vermerie: En términos vulgares es más o menos eso.

Olivier Mercier: Si lo desea mi abogado se lo puede explicar con términos más técnicos, pero le recuerdo que usted no tiene tiempo que perder comisario, el asesino de Pascal aún anda suelto.
Hay un elemento en su argumentación que interpreta erróneamente, por eso sospecha de mí, y si ese elemento se elimina verá que su acusación se derrumba como un castillo de naipes.

C. Vermerie: Muy bien, sáqueme de mi error.

Olivier Mercier: Yo no obtengo beneficio de la muerte de Pascal, si conoce mi carrera sabrá que yo no necesitaba su muerte para triunfar, tengo todo lo que deseo en la vida, y le aseguro que no necesito tanto como usted se pueda imaginar. Por supuesto que llevo un buen tren de vida, pero únicamente se lo debo a mi trabajo y mi inteligencia. Para mí, la dirección de esas empresas sólo me va acarrear problemas, responsabilidades y noches sin dormir.
Soy un hombre ambicioso cierto, pero no tengo ninguna gana de morir de un infarto a los cincuenta. Mi obsesión es poder disfrutar lo máximo posible de los placeres de la vida, y dirigir una empresa de construcción no entra en mi definición de placer de la vida. Mi objetivo es impedir que todos esos carroñeros que andan por ahí hundan las empresas de Pascal para ganar más dinero. Una vez que la buena marcha de los negocios esté asegurada ayudaré a Elodie a encontrar nuevos inversores, y de fiar, les venderé mi parte y me iré a jugar al golf con mis amigos.

C. Vermerie: Habiendo hecho entre medias un pingüe beneficio.

Olivier Mercier: Pues eso espero, porque eso querrá decir que las empresas de Pascal están en buena salud, y que Elodie puede vivir como se merece y sus hijastros acudir a ella en caso de necesidad. Porque al fin y al cabo, y eso es lo que usted no entiende, es que todo esto lo hago por ellos, Pascal no me perdonaría que actuara de otra manera.

C. Vermerie: Pascal está muerto.

Olivier Mercier: Se confunde de nuevo comisario, Pascal está vivo en su familia.