viernes, 11 de septiembre de 2009

DECLARACION DE JEAN FRANCOIS BOTEL


Nombre: Jean François Botel

Edad: 63 años

Profesión: Ninguna

Estado civil: Viudo

Dirección: Sin domicilio fijo



     Comisario Vermerie: ¿Donde se encontraba usted el jueves diez de marzo entre las 10 y las 12 de la mañana?

     Jean François Botel: Pues donde iba a estar, buscando de comer.

     Comisario V.: Sí, pero donde.

     J.F.B.: Y yo qué sé. ¿Qué día dice?

     Comisario V.: El jueves diez de marzo.

     J.F.B.: ¿Y a qué estamos hoy?

     Comisario V.: Déjelo, lo que queremos es que nos cuente todo lo que vio el día del mercadillo, ¿se acuerda? Nos ha dicho que usted estuvo toda la mañana por allí.

     J.F.B.: Pues claro que me acuerdo. ¿Me toma por un loco? Lo que quiere saber es si vi al asesino, ¿verdad? Eso es lo que le interesa.

     Comisario V.: Eso es Monsieur Botel, buscamos al asesino de Pascal Montoro, y con su ayuda quizá podamos cogerlo. Cuéntenos lo que vio el día del mercadillo, por favor.

     J.F.B.: Yo no sé quién le mató comisario, si lo supiera se lo diría, pero no lo sé.

     Comisario V.: Me conformo con que nos cuente lo que vio aquel día. ¿A qué hora llegó a la plaza?

     J.F.B.: ¿Qué hora, qué día, qué mes? Para saberlo tendría que tener un reloj, y un calendario, y no los tengo, y poco me importa que día estemos, para mí son todos el mismo.

     Comisario V.: Muy bien, el día del mercadillo, cuando llegó usted a la plaza, cuanta gente había.

     J.F.B.: Ah, muy poca, sólo los comerciantes preparando la mercancía. 

     Comisario V.: ¿Era ya de día? 

     J.F.B.: En ello andábamos. Cuando salí de mi tienda en el bosque todavía estaba oscuro pero cuando llegué a la plaza del mercadillo ya empezaba a verse.

     Comisario V.: Muy bien Monsieur Botel, ya vamos avanzando. ¿Y cuántas horas pasó en la plaza?

     J.F.B.: Tiene usted el cráneo duro como la roca comisario, ya le he dicho que…

     Comisario V.: Sí, ya lo sé, que no tiene reloj. Dígame, ¿Conocía usted a Pascal Montoro?

     J.F.B.: No sabía que se llamara así.

     Comisario V.: Pero le había visto antes.

    J.F.B.: Cientos de veces, desde hace años. Cuando su casa se caía a pedazos de vieja y de poco cuidada. En aquella época no era la mitad del hombre que es hoy. Bueno, ya no. Ahora cría malvas.

     Comisario V.: Entonces sabe de quién le estoy hablando.

     J.F.B.: Con todo mi respeto comisario, le repito que no me tome por un loco. Su foto ha aparecido en todos los periódicos. La foto del hombre que envenenaron en la plaza. Escúcheme cuando le hablo. Le digo que a ese hombre le he visto yo más de una vez recogiendo los restos en el mismo mercadillo en que se lo cargaron. Cuando no tenía qué comer, ni él ni su familia. Cuando le trataban de vago por no querer ir a la obra. ¿Y sabe lo que respondía él? Que él sólo iría a la obra cuando fuera suya. Y por sus cojones que cumplió su palabra.

     Comisario V.: Todo eso ya lo sabemos Monsieur Botel, limítese a contarnos lo que vio aquel día.

     J.F.B.: Se le estoy contando, comisario. Y usted no me escucha. Puedo ser un vagabundo, oler a sudor de diez días, pero mi cabeza funciona a la perfección. Le digo que el hombre que mataron, hace unos años no llevaba Rolex, ni tenía chofer, ni sirvienta, su madre era la sirvienta de los otros. Y que pasó de ser vendedor por la caridad en el mercadillo a convertirse en el distribuidor de casi toda la mercancía que se vendía en él. De donde las conseguía las mercancías, no lo sé, pero que los botes de champú, las pilas, las frutas provenían de él, eso es seguro como que ahora ya no respira.

     Comisario V.: Monsieur Botel, estos no son los Servicios Sociales, si tiene ganas de hablar puede ir a Emaus. Aquí estamos intentando resolver un homicidio y no tenemos tiempo que perder. Por última vez cuéntenos lo que vio en el mercadillo.

     J.F.B.: Pues sabe lo que le digo, le digo que usted, Pascal Montoro, Emaus y la madre que los parió a todos se pueden ir a hacer puñetas que yo no vuelvo a abrir la boca. Y además quiero ver a mi abogado.

     A petición del comisario Vermerie, se toman diez minutos de pausa en la declaración de Jean François Botel.



     Comisario V.: Monsieur Botel, entienda la importancia de su declaración, puede que sea el único testigo visual del momento en el que le administraron el veneno a Pascal Montoro. Todo lo que recuerde aunque sea un detalle puede ayudarnos a encontrar al asesino. Y cada minuto que pasa hay una pista que desaparece.

     J.F.B.: No pensaba que hubiera cretinos de su talla en la policía. Su escenita de ahora soy el comisario comprensivo no me impresiona. Se lo voy a explicar de una vez por todas, o me dejan decir lo que tengo que decir o ya tardan en buscarme un abogado de oficio. 

     Comisario V.: Monsieur Botel, aquí le hemos traído como testigo, no como imputado, no necesita ningún abogado, y las cosas que pueda contarnos de Pascal Montoro ya nos las ha contado su familia y sus socios.

     El comisario Vermerie decide interrumpir de nuevo la declaración de Jean François Botel a raíz de un ataque violento del testigo que ha volcado la mesa gritando incoherencias. Finalmente la intervención de Marie Costes de Asuntos Sociales ha conseguido calmar al testigo para proseguir con su declaración.
A petición del declarante se especifica que ninguno de los presentes ha sufrido daños físicos tras su reacción.


     Comisario V.: Adelante Monsieur Botel, cuéntenos lo que desea contarnos de Pascal Montoro. 

     J.F.B.: Le ha costado trabajo decidirse. Muy perdidos deben andar si acaban cediendo a las demandas de un pobre vagabundo.

     Comisario V.: Ha pedido hablar y ahora le damos esa oportunidad. Así que hable o le devuelvo al bosque de Vincennes de donde le sacamos. No juegue más con mi paciencia, Monsieur Botel.

     J.F.B.: Lo único que intento explicarle, comisario, es que por muy rico que fuera ese hombre no era limpio. ¿Cómo se imagina usted que pasara en tan poco tiempo a controlar la mayoría de los negocios del barrio? ¿O todavía cree en los cuentos de hadas? El tal Pascal Montoro aplastó a mucha gente para llegar donde llegó. Compró locales que los propietarios no querían vender, su empresa ha construido la mayor parte de los inmuebles de Montreuil de los últimos veinte años y todo eso para qué, para pavonearse en su Mercedes delante de los vecinos. Todos los que consiguen ganar un poco de dinero lo primero que hacen es comprarse una casa lo más lejos posible de aquí, pero él no, él tenía que demostrar quién era el más listo, sin dudar ni un segundo en humillar al que se atreviera a llevarle la contraria. Son demasiadas cosas, comisario, lo raro es que no se lo cargaran antes.

     Comisario V.: ¿Ya ha terminado, Monsieur Botel?

     J.F.B.: Ya he terminado.

     Comisario V.: Entonces ya puede contarnos lo que vio el día del mercadillo.

     J.F.B.: Sí, señor. Y no sólo eso, ahora comprenderá porque he insistido en que me dejaran hablar.

     Comisario V.: Pues adelante.

     J.F.B.: Aquel día no acudió nadie al mercadillo que no fuera del barrio, salvo los comerciantes por supuesto.

     Comisario V.: ¿Eso es todo?

     J.F.B.: ¿Le parece poco?

     Comisario V.: Explíqueme sólo una cosa, Monsieur Botel, ¿cómo es posible que conozca la vida y milagros de Pascal Montoro y al mismo tiempo declare que no conocía su nombre?

     J.F.B.: Muy sencillo, comisario, nunca me interesaron los  nombres de las personas.

2 comentarios:

  1. Me parece que es el inicio de una gran aventura!!!!Quiero maaaaaaaaaaasssssssss!!!!!

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  2. Bien sûr qu'on en veut tous plus! On veut la suite!! (même si mes notions d'espagnol me permettent tout juste de dire "vamos a la playa senor zorro"!)
    Ah, au fait, j'ai été contacté par Ardisson: il veut nous voir dès que tu auras fini d'écrire ton livre!!...
    Ton pote - Sil*

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